LA PAZ DE COÍN

 


J. María Atutxa en la XXVIII Vuelta Pedestre

La violencia es, entre otras muchas cosas, el síntoma de una enfermedad profunda que aqueja al grupo que la padece. Como sus efectos son muy desagradables, como provoca comportamientos inhumano, rara vez los individuos de una sociedad sacudida frecuentemente por ella asumen que forman parte de una comunidad enferma y que, en consecuencia, ellos también están directamente concernidos por el problema. Eso es incómodo. Por eso, en ocasiones, los ciudadanos nos reservamos el papel de meros observadores de lo que otros hacen para erradicar la violencia. Desde esa posición a veces discutimos demasiado sobre el síntoma, sobre los actos violentos concretos y el tratamiento que damos a sus autores. Pero a veces olvidamos que las enfermedades solo se curan del todo cuando se elimina su verdadero origen. En el caso de la violencia, la raíz de la enfermedad están en los valores que profesa la sociedad en su conjunto. Por eso, pacificar una sociedad violenta es tarea de todos.

Creo que actividades como la planteada en Coín a la que tuve el honor de ser invitado, inciden precisamente en esa visión del problema. Conseguir la paz, mantenerla, es un trabajo de todos, requiere esfuerzo, dedicación, solidaridad, tolerancia y pluralismo. En un proceso de pacificación hay que inyectar enormes energías y predicar y fortalecer valores imprescindibles para la convivencia en paz. Hay que apostar la justicia, despreciar la venganza. Hay, en definitiva, que aproximarse lo más posible a esos principios que hacen a la especie humana capaz de lo mejor.

La carrera de Coín me pareció un símbolo de todo eso. En primer lugar fue una actividad popular. Todo el pueblo se lanzó a la calle para tratar de aportar algo en la resolución de un problema que, aveces se percibe ajeno, pero que puede convertirse en real próximo y doloroso. Esa masiva participación fue, para mi, el primer activo de la carrera. Significaba que todos nos sentíamos capaces de hacer algo por la paz y que hacerlo juntos era importante.

Fue además una carrera solidaria, porque envió hacia nuestro pueblo vasco un mensaje de solidaridad, cariño y comprensión de unos ciudadanos que querían entender nuestro sufrimiento, consolarnos y recordarnos que estaban activamente dispuestos a colaborar con nosotros para solucionarlo. Estuvo además llena de la solidaridad que preside todas las carreras populares, en las que no se busca la victoria sino la participación. Fue una explosión de energía positiva y un acto muy plural. Vimos sobre el asfalto de aquella luminosa mañana a gentes de todas las edades, condición física y supongo que de todos los colores políticos. Una mañana que cocinó ese significado profundo con las cálidas especias de la música y las danzas, el sudor de la carrera, la pancarta que paseamos entre todos, el inolvidable pleno municipal, la amistad y el cariño de tantos y la vida que rezumaba la primavera.

Por eso no me queda sino agradecer a todos los vecinos esa actitud, animarles a que perseveren en ella, saludar la nueva iniciativa de la Residencia Escolar a favor de la amistad, a la que espiritualmente me sumo, y confirmarles que, entre el cúmulo de circunstancias que nos hacen vislumbrar hoy una cierta esperanza están actos como aquella carrera pedestre. Son iniciativas en las que se basa la propia Paz que se respira en Coín.

Juan María Atutxa Mendiola

Presidente del Parlamento Vasco


Volver