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LA CIUDAD DEL CINE, O ESTO ES DE PELÍCULA

Primera parte

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Al principio fue una empresa que se pronunciaba "jodete" porque respondía a las iniciales que aparecían en su logotipo: "JD&T". Amparándose en un contrato multimillonario con la BBC inglesa y la autorización municipal, socialista entonces, "Jhon Darc and Tudesco" construyó los estudios e instalaciones que hoy conocemos como "La Ciudad del Cine" en terrenos del municipio de Coín a las afueras de la localidad, comenzándose a rodar "El Dorado", una teleserie que se emitió en el país que la financiaba y hubo de retirarse al poco tiempo de la programación por su baja calidad y audiencia. Esto provocó que los socios acabaran como el rosario de la aurora y los tribunales conocieran toda clase de pleitos entre JD&T y BBC, la S.S. contra JD&T, etc. Por su parte, el Ayuntamiento de Coín -de perdidos al río- se conformó, como mal menor, con recuperar las instalaciones, que habían quedado casi abandonadas y no logró cobrar la totalidad de lo adeudado a las arcas municipales.

Algunos conatos de escasa importancia se sucedieron en el intento de explotar las instalaciones hasta que, a mediados de 1997, aparecieron las extrañas figuras de unos "caballeros medievales" con armadura en forma de sociedad mercantil ad hoc, llamada "Lancelot", que dan un vuelco a su funcionalidad y reconvierten aquellos estudios en la "Reserva de Castro Dacuan", dedicada ahora al negocio de hostelería y restauración. La reconversión se hace -mire usted qué suerte- comprando lo necesario a los comerciantes coineños, y éstos suministran desde el pan y la sal hasta los muebles y el papel higiénico. A cambio, los albaranes de entrega y las facturas correspondientes se amontonan, y la mosca se instala detrás de la oreja.

 

Plaza de la ciudad del cine de Coín. 

 

 

El negocio, fatalmente gestionado, no funciona como se preveía y cada vez es más hondo el boquete, más negro el futuro de la empresa y más grande el débito creado. "De aquí hay que largarse" -piensan los socios lanceros-, pero antes vamos a cumplir con la tradición picaresca española; se trata simplemente de que alguien quiera continuar la labor emprendida y acarree con lo que hay y si, de camino, sacamos unas pesetillas para el viaje, buenas son. El contrato municipal a la sociedad concesionaria, curiosamente, le permitía el subarriendo del complejo a terceros, por lo que aquéllos, los de la armadura, subcontratan el "castillo" a otro personaje de la misma estirpe que aparece en escena sobre octubre de 1998, enarbolando en su pica un voluminoso historial que haría temblar al mismo Rey Arturo. Un mes duró, día más o menos, el nuevo señor de Dacuan, quien aparecía con el blasón rotulado con "Carmichael Corporation". De nuevo se vuelve a hacer el indio, y el "gran inversor" resulta ser un camelo de tomo y lomo.

 

 

 

La cosa no es de broma. En doscientos millones de pesetas se fija la deuda-garrama que estos fantasmagóricos individuos han dejado a deber a los comerciantes coineños y al Excelentísimo Ayuntamiento, y ni una peseta -dicen muchos proveedores afectados- han recuperado del desastre económico al día de hoy, después de que sus autores dieran espuela al caballo en dirección a otros torreones o paraderos desconocidos. Los acreedores coineños se justifican aduciendo que se fiaron de aquellos "caballeros" porque éstos se amparaban en la concesión municipal "y claro, si el Ayuntamiento se fía como no nos vamos a fiar nosotros", cayendo así en las redes de la filatería.

 

 

 

El asunto, oliendo ya muy mal como todavía, pretende solucionarlo el gobierno andalucista y, con la patata caliente en las manos, se hace cargo provisionalmente del desaguisado y decide, con ánimo tranquilizador, que quienes vuelvan a hacerse cargo del "negocio" deberán poner en la mesa redonda doscientos millones y un canon mensual de millón y medio de pesetas. Algunos inversores, potentes económicamente, se interesan, pero las cuentas en serio no salen y como vinieron se fueron. Mientras tanto, el mismo Ayuntamiento explota "la ciudad del cine" con un ojo mirando al complejo y con el otro buscando debajo de las piedras un nuevo "inversor", hasta que hace unos días -¡hosanna!- parece haberlo encontrado el señor alcalde con la ayuda de la serie televisiva "Plaza Alta", que se hospeda y graba allí los exteriores, y de su correligionario, el bueno del señor Harillo, delegado provincial de la Consejería de Turismo y Deporte de la Junta de Andalucía.

 

 

 

Pero no se hagan ilusiones, ningún iluso ha puesto, como ya habrán supuesto, ni un euro o peseta de aquellos doscientos millones. El acuerdo ha sido más sencillo y más fácil:

- Mire usted, se lo dejo en trescientas setenta mil pesetas al mes. Iva incluido, of course.

- Pues mire usted, señor alcalde, para no andar con pagos mensuales, que ya tienen experiencia de que es un engorro, ¿qué les parece si lo dejamos en el siete y medio por ciento sobre facturación y vamos liquidando trimestralmente? Como el iva..., ya saben.

- Pues venga, choca esa mano y enhorabuena, ¡eh!, ya nos encargamos nosotros de comentarlo a la oposición, que seguro pondrá alguna pega porque esa gente no hace más que fastidiar, ya sabe... como el iva. Pero no se preocupe, los llamo, votamos y en paz.

- Bueno, pero verás, nosotros -dice el "inversor"- necesitaríamos tener seguridad de lo que estamos hablando cuanto antes y si nos vamos a comprometer, vamos a comprometernos todos, oye; es que nos vamos a gastar quince kilos en FITUR para promocionar esta ciudad y el negocio, y, como comprenderás, no vamos a hacer gastos importantes estando el tema en el aire y sin ningún papelillo de por medio.

- Hombre, si os váis a gastar quince millones en FITUR, yo aviso de inmediato a los portavoces de los partidos políticos, les cuento de qué va la historia y tiene que parecerles bien, así van tomando ya contacto con el asunto.

 

 

Reunión de portavoces en el Salón de Plenos del Excmo. Ayuntamiento de Coín en febrero de 1999.

 

Escena siguiente. En el salón de actos, todos reunidos, y ante la inminencia de que FITUR se inauguraba en los próximos días, la oposición toda da un voto de confianza al señor alcalde y su gobierno para que siga gestionando por buen camino el andar emprendido. Con la cámara, un traveling de arriba abajo y de conjunto.

Siguiente escena. La acción se desarrolla en el mismo escenario y decorado, el día uno de febrero de 1999, días después de finalizada la Feria Internacional del Turismo (FITUR) en Madrid. Los intervinientes son los mismos que en la escena anterior. Se abre la sesión y los portavoces de los partidos popular y socialista piden que conste en acta que se sienten engañados y burlados porque el fin de semana anterior habían visitado FITUR y habían recorrido exhaustivamente todos los lugares y recovecos de la feria sin haber visto ni un cartelillo, ni allí había nadie, ni nada de nada de nada.

Crucen los dedos hasta la próxima entrega de este culebrón.

(¿Continuará...?)

Coín, febrero de 1999 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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© José Manuel García Agüera