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EL EJEMPLO DE LA TELEVISIÓN |
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Todavía recuerdo cercano aquellos principios de la televisión en Coín, que, no debe olvidarse, llegó de la mano de una persona que es un lujo para esta ciudad, que, afortunadamente, lo reconocerá en el futuro como uno de sus hijos más emprendedores, inteligentes y amante de su tierra, Francisco Lomeña Villalobos. La televisión coineña comenzó a emitir gracias a su talento, ilusión, capacidad empresarial y visión de futuro -unido a no pocos esfuerzos personales y económicos-, que hicieron que pudiéramos ver una noche en nuestros televisores la retransmisión en directo de un pleno municipal histórico. Se acordarán, aquél en que una moción de censura apartó al socialista Juan Carlos Lomeña de la Alcaldía y entregó la vara al que aún sigue ostentándola, casi seis años más tarde, Juan José Rodríguez Osorio. |
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Aquella retransmisión, técnicamente impecable, marcó un hito en la historia de la imagen y los medios de comunicación en Coín, en la misma proporción que aquella moción marcó un antes y un después en la historia de la política local. Esa retransmisión desde el acondicionado salón de la Casa de Cultura, podemos decir, fue el inicio de nuestra televisión local. Otros programas, otras retransmisiones, los primeros debates llegaban como por arte de magia a nuestras casas, y pudimos ver las primeras imágenes de nosotros mismos, de nuestras calles, de nuestras plazas, de nuestras celebraciones, nos vimos todos en la tele. Empezamos, con sólo apretar un botón, a ver la vida de nuestro pueblo, y descubríamos, con aquel maravilloso prodigio, el potencial de comunicación que ese invento entrañaba, las posibilidades que informativa y culturalmente podían desarrollarse en beneficio de todos y la importancia que el ilusionante proyecto debía tener en el desenvolvimiento de Coín y su entorno. |
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Sin embargo, al gobierno municipal no se le escapaba la rentabilidad que políticamente el juguete reportaría si se controlaba y, molesto con lo que se hacía, comenzó a torpedear tan eficazmente el inicial proyecto privado que acabó convirtiéndolo en un ente público dependiente directamente del actual gobierno en el poder. La nueva televisión, Canal Coín Televisión, como cosa pública y municipal, había nacido y se le bautizó, desafortunadamente, con el nombre de "ente", cuando el diccionario del uso del español -María Moliner- lo desaconsejaba al definir esa palabra, aplicado a las personas -presumo que también a las jurídicas-, como "rara o extravagante, o de carácter raro o difícil de tratar" y "a la que se desprecia por otras cualidades". Con estos significados es natural que la criatura no fuera por buen camino y acabara donde ha acabado. El recién nacido, obviamente, nunca tiene la culpa del nombre con el que se le registra, que, en todo caso, la tendría el ignorante "padre" que se lo puso. |
Patio interior del Convento de la Encarnación donde se encuentran los estudios de Canal Coín Televisión (CCT)
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La televisión local, en manos políticas, ha derivado -como era previsible- a una funcionalidad tan alejada de lo que se esperaba, que ello ha originado que se extienda la resignación y el malestar ciudadanos, además de provocar una situación de tan mal rollo, que merece se reconvierta por quien corresponda a un estado menos interesado, menos partidista y más en serio. El deterioro del ente público ha llegado en estos últimos tiempos a cotas tan altas que, además de bochinches en el mismo Convento de la Encarnación, ha dado lugar a que los tres partidos de la oposición, en un curioso totum revolotum, hayan coin-cidido en abandonar el patronato que lo rige y del que formaban parte, por no querer legitimar con su presencia la situación -que entienden- tan antidemocrática y abusiva del señor alcalde. Y, sin que esta medida debiera salpicar a los trabajadores de la casa que, ya consta, hacen más de lo que sus medios y capacidades les permiten, incluido su director. |
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Es un hecho incuestionable en estos momentos que la gestión política del ente televisivo ha fracasado y que el actual gobierno andalucista debiera imponerse la obligación política y moral de remediar el actual problema -de común acuerdo con la oposición y colectivos ciudadanos- y reconducir la cuestión, o sea, dotar a CCT de toda la libertad y transparencia que los tiempos exigen; restablecer la credibilidad con una nueva ética y estética de tan fantástico medio de comunicación -que es de todos y no de los políticos de turno-, y procurar, con toda buena voluntad y ciencia, que sea el reflejo de nuestra sociedad, cultura y opiniones. Pero, claro, esto parece imposible que pueda llevarlo a la práctica ninguno de los políticos gobernantes, porque la independencia que todos reclamamos sólo la ostentan personas independientes y capaces. Sin contar con ellos la televisión de Coín no se arreglará jamás; se lo dice uno que ha gozado de tanta libertad como censura en ese ente, y no ha perdido la esperanza de que las cosas, en este caso, vuelvan a la normalidad que la mayoría deseamos. Coín, febrero de 1999 |
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