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LA CASA DEL ERMITAÑO Y LAS ELECCIONES EN LA HERMANDAD DE LA VIRGEN DE LA FUENSANTA, PATRONA DE COÍN

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Se han celebrado hace unos días las elecciones estatutarias para ocupar los cargos de la Junta Directiva de la Hermandad de la Virgen de la Fuensanta de Coín que regirá durante los próximos tres años los destinos de ésta. Como hermano de cuota he cumplido debidamente con el derecho que me faculta las normas internas y lo he hecho gustoso, acudiendo a la cita para votar la única candidatura que se presentaba, es decir, a mi buen amigo don José Manuel Chicano Domínguez, quien este año cumplía un extraordinario récord en la historia de la Hermandad, como es llevar ininterrumpidamente veinte años en el cargo de Hermano Mayor y supongo (porque escribo estas líneas antes de conocer el escrutinio) que ha sido elegido con toda seguridad, convirtiéndose, por méritos propios, en el presidente de mandato más largo que ha habido.

El hecho tiene su importancia por la propia importancia que tiene la Hermandad de nuestra Patrona en la ciudad y tengo que felicitarle sinceramente. En su largo mandato ha habido, como es obvio, grandes aciertos y desaciertos, pero no vengo yo aquí a hablar de éstos en un día de felicitación, sino a celebrar, como amigo, su reelección, y ya hablaremos de aquellos en otra ocasión; en ésta, lo que quiero darle es un abrazo. En todo caso hay que reconocer, y la Romería de este año prueba lo que digo, que ha sido durante su trabajado mandato cuando ésta ha llegado a su máximo esplendor y participación ciudadana, a más de otros logros notables.

 

 

 

Paraje de la ermita y la casa del ermitaño. Foto: María Romero, 1998

 

 

 

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Lateral de la casa del ermitaño. Foto: JMGA, 1998.

 

Sin embargo, quiero aprovechar la ocasión de estas nuevas elecciones para llamar la atención de la nueva Junta y su presidente, y también de todos nosotros, sobre uno de los edificios -no por apartado del casco urbano menos emblemático de Coín- como es la Casa del Ermitaño, que todavía resiste en pie a la vera de la ermita y que no podría una entenderse sin la otra, formando las dos una unidad inmemorial en el bello paraje, y ofreciendo ambas construcciones a ese paisaje una belleza tal, que es imposible no apreciar. Es la Casa del Ermitaño, inseparablemente, parte fundamental del entorno de la ermita.

La Casa del Ermitaño, con sus sólidos muros y singular silueta de simple tejado a dos aguas, confieren al lugar una sobriedad que impone al visitante, conocedor, a primera vista, de la fidelidad con que, desde siempre, vino sirviendo al mayor engrandecimiento y cuidado de la Virgen y su ermita. Tiene la Casa del Ermitaño la misma vida de siglos que tiene la ermita de su Virgen y ha compartido con ella su misma historia.

Pero, en las ultimas décadas, mientras se ha ido embelleciendo la iglesia y alrededores, ha ido, proporcionalmente a la inversa, deteriorándose esta casa vecina; hasta llegado un punto -el actual- que podría decirse que es indecoroso su estado respecto al sagrado lugar donde se encuentra, y penoso, hasta la exclamación, que siga en la situación lamentable y semiruinosa en que hoy la vemos, sin que, de aquí para atrás, se haya hecho nada por remediar su triste visión, que tiene solución.

Mi alarma y preocupación, igual a la de muchos vecinos y hermanos, viene motivada por haber tenido conocimiento del proyecto que pretende realizar, al parecer, la nueva Junta Directiva de derruir completamente el edificio y en su lugar construir otro de similares características de nueva obra. De ocurrir eso, sin que pudiéramos impedirlo, se habría cometido un grave error -imposible de remediar después-, acometiéndose unas obras que tendrían por objeto la inalcanzable realización de lo irrepetible.

Fachada de la casa del ermitaño. Foto: JMGA, 1998.

 

 

Estimo (y perdonen la modesta opinión de quien sólo es a estos efectos un vecino coineño, hermano de la venerable hermandad) que la Casa del Ermitaño nunca debe demolerse, sino que, por el contrario, habría de rehabilitarse, acondicionarla a los nuevos tiempos y convertirla con toda dignidad en la Casa Hermandad que hoy no tenemos y es necesaria para el próximo milenio. Otro referente de la historia del lugar y de Coín no puede desaparecer para convertirse en escombros.

Podría aducirse que esta solución rehabilitadora es más costosa que la otra; sin embargo, existen, y me constan, ofrecimientos de particulares y empresas coineñas que apoyarían con su ayuda material la recuperación del histórico edificio e, igualmente me consta, no colaborarían, en modo alguno, a tirarlo abajo ni en la obra nueva a levantar. Cuestiones éstas que la reciente elegida Junta Directiva debe valorar y reconsiderar su proyecto demoledor.

La Casa del Ermitaño debe recuperarse para orgullo y disfrute de todos en un proyecto ambicioso, que contemple la mejora y acondicionamiento del bello recinto de la ermita para los nuevos tiempos que vienen, con un enfoque de uso más amplio, racional y permanente. Para colaborar en llevar a cabo el que defiendo, estoy a disposición de quien corresponda.

Coín, junio de 1998

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

P.D. Este articulo fue publicado en Dazcuán. La gaceta del Guadalhorce en julio de 1998 y, semanas más tarde, tuve confirmación personal del presidente de la Hermandad de haberse reconsiderado la postura, y la intención de la actual Junta Directiva de emprender cuanto antes los trabajos de restauración del emblemático edificio.

 

 

 

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© José Manuel García Agüera